martes, 4 de febrero de 2014

D. LUIS ARAGONES


‘…Y usted, no pise ese escudo’


Luis no ha muerto, sigue vivo. Nadie podrá arrancarle del imaginario atlético, no habría mente capaz de distinguir la carne de Aragonés del oso y el madroño del escudo. La vida de Luis, célula a célula, es el diario íntimo del Atlético. Desde la puerta número 8 del Calderón hasta más allá del Paseo de los Melancólicos. Luis no se fue. Siempre estará presente.
Anoche disfrutó y se emocionó (él lo negaría, claro). No fue cualquier cosa. Le agradecieron compañeros, pupilos, amigos, familiares y cincuenta mil almas agradecidas, haciéndole sentir que siempre será más querido de lo que habría llegado a imaginar. Su homenaje fue sencillo, puro fútbol. Sin pirotecnias ni artificios. Silencio respetuoso, sentimientos a flor de piel y corazones salvajes. El mar de lágrimas de su hermano, Miguel PechugaSan Román, abanderó el de una afición entregada al padre de la tribu. El Atlético de Luis se jugaba ser líder en solitario de la Liga, algo que no ocurría desde hace 18 años, desde la temporada 1995-96, la del doblete. Equipo y afición lo sabían. Tenía que ser por Luis. Y lo fue.
Aviso atlético para navegantes: les podrán ganar la Liga, pero no van a entregarla. El cholismo,programado para cualquier guerra, no desmaya.  Si juega bien, gana. Si vive del error ajeno, también. Apenas concede y saca oro del fallo del enemigo. Atrás, es un muro infranqueable; en el medio, una falange romana; y arriba, un mazo hecho contragolpe. Este Atlético es un trampero disciplinado y eficiente, siempre listo para un buen día de caza. Un depredador que no conoce la piedad a la hora de cobrar su pieza. La Real, en esencia, un buen equipo, cometió dos errores. Ambos los pagó con sangre. El primero, vacunado por Villa, tuvo a Luis como destino. El segundo llegó desde la escopeta de Costa, la leyenda del cazador que, en cada arrancada, es una manada. Con el partido descorchado, un clásico: la testa de Miranda. Otro día más, su hijo será todo cuello en el recreo. Los niños que se reían de su padre, después de la final de Copa, no han vuelto a levantar la barbilla. La última andanada fue obra de Diego Ribas. El deseado vio, llegó y marcó. Fin del tiroteo atlético.
El botín, un saco de goles para Aragonés. Y el Atleti, como Luis, en lo más alto. Desde la última planta del rascacielos, música celestial para los méritos colchoneros: el Sevilla era el único equipo – al margen de los dos de siempre- que había sido líder en la 2ª vuelta de las 10 últimas Ligas. Ahora lo es el Atlético de Simeone. Sí, ese equipo que. según las profecías de los falsos profetas mediáticos, se la pegaría en octubre, la cagaría en noviembre y se desinflaría en diciembre. Estamos en febrero. De fondo, más hilo musical. El del dato del compañero Pedro Martín, demoledor: el Atlético iguala la mejor racha de su historia, 23 partidos sin perder (como entre abril y octubre de 2012, también con Simeone). Paso a paso, sin miedo a nadie pero con respeto a todos, sin euforias baratas pero con ilusión intacta, el Atlético duerme en la cima de la montaña. Y Luis, esté donde esté, sabe que no hay mejor homenaje que el que le está tributando, partido a partido, el equipo del Cholo. Este Atlético es "ganar, ganar y ganar. Y volver a ganar, ganar y ganar…"
Rubén Uría / Eurosport


Admiré a Luis como entrenador del Atlético. No conocí uno mejor, más ganador y más  convencido de su método. Trataba de usted a los jugadores y levantaba copas en plural. Sufrí a Luis como periodista. Nunca fue un deschado de exquisitas formas, ni de buena educación, sobre todo con los colegas más novatos. Critiqué al Luis seleccionador – con extrema dureza- y fui fiscal mediático, enfrentado a sus múltiples satélites informativos.  Aplaudí al Luis triunfante de la Eurocopa – sin sobredosis de almíbar, pero con justicia- por su visión, apuesta y triunfo en Viena. Nunca supe interpretar bien a Luis, sería un completo hipócrita si escribiese eso. Sé que no fui justo con Luis, pero sí puedo ser honesto con ustedes, los lectores, y contarles  que me pareció un ganador con alma de perdedor.
Luis era el carácter endemoniado que bailaba, de madrugada, en La Venta del Gato. El gol que cantaban las tripas del Manzanares, antes siquiera de que su pie llegase a tocar la pelota en una falta directa. El tanto de Bruselas que dejó a Maier con la boca abierta. El hombre que se acostó jugador y se levantó entrenador. El tipo que cogió por las solapas al Jeque de Burgo de Osma, en vísperas del posterior secuestro del club. El profesor que heredó el Motín del Hesperia y devolvió un campeón de Copa.
La autoridad que obligó a Romario a mirarle a los ojitos, el ardor guerrero que retó a Eto'o con darle un cabezazo, el motivador que advertía a Reyes que era mucho mejor que el negro. La tozudez hecha carne, el verbo hecho canas. La ambición que despreció el dinero para devolver a su Atlético a Primera. La gran sentada y la condición física de base. El contrapoder que dejó a Raúl sin carro del que tirar. El chándal que siempre supo que rectificar era de sabios, pero que rectificar nunca era cosa de Luis.
El paleto resabiado que hablaba de sí mismo en tercera persona, que firmaba arengas magistrales y ayudó a niños a ser adultos. El tipo que llamó Wallace a Ballack, que tenía un amigo sexador de pollos que se equivocaba uno de cada mil, el que no era racista porque su amigo Jones era negro y además, Keita era azul. El reposo del guerrero con Pepe Navarro y Pechuga San Román. El máteme pero no mienta. El chiste del soldado de la calle Imagen, el de Enrique y los papeles del tractor. El del culo de la pipera, aquella castañera de Montera, esquina Gran Vía.
El Luis incorregible, que un día dimitía y al siguiente, se quedaba. El señor al que se criticó más de lo que se le disfrutó. La soledad que, entre depresiones, triunfos, frases y mil anécdotas, ocupó un lugar de privilegio en el álbum de cromos de un millón de colchoneros. El carisma que reinventó la selección, el profesor que hizo ganadores a los perdedores. El hombre siempre escondido detrás del entrenador. La bandera de esa pasión inexplicable llamada Atleti: 'Y usted, no pise ese escudo'. Ahora Luis pisa el cielo. Que se prepare Yashin, porque Luis tendrá ganas de patear una falta y ponerla en la escuadra.
Rubén Uría / Eurosport

Fuente: http://es.eurosport.yahoo.com/blogs/ruben-uria/

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